Esta es la cuarta historia de una serie en la que presentamos a los jugadores del LAFC en sus propias palabras.
Nací en Birmingham, Inglaterra, en el 2003, cuando mi papá, Juan Pablo Ángel, jugaba en el club Aston Villa de la Premier League inglesa. Es importante aclarar primero esta parte de mi historia: mi padre es uno de los mejores jugadores colombianos de todos los tiempos, ha aparecido en más de 170 partidos de la Premier League, ha disputado 33 partidos internacionales y ha marcado nueve goles para su país.
No voy a mentir; A veces ha sido un desafío tener un padre de esta altura. Pero la presión de crecer en su sombra me ha convertido en una persona más fuerte. Además, estoy agradecido de tener un asesor que no sólo conoce el deporte tan bien como él. Sino que también se preocupa por mis mejores intereses.
No recuerdo mucho de mi infancia en Inglaterra, aparte del clima frío y del gran estadio donde jugaba Aston Villa. Algunos de mis primeros recuerdos se formaron en la guardería de Villa Park, escuchando el rugido de la multitud durante los partidos contra los gigantes de la Premier League como el Manchester United y Liverpool. Todavía puedo escuchar ese sonido.
Nos mudamos a los Estados Unidos después de que mi papá firmó con los New York Red Bulls en el 2007. Jugó cuatro años en Nueva York, una temporada para el Galaxy, luego dos más para Chivas USA antes de regresar a Colombia para terminar su carrera, donde inicio, en el Atlético Nacional, el club de su ciudad natal en Medellín. Más sobre eso en un minuto.
Tenía nueve años cuando nos mudamos a Colombia. Inglaterra y los Estados Unidos eran todo lo que había vivido hasta ese momento, así que no hablaba muy bien español. Colombia se sentía como mi hogar, pero a la misma vez completamente ajeno. Fue un cambio de cultura, sin duda, pero también fue una transición importante en mi vida. En Estados Unidos, el fútbol no era una cuestión de vida o muerte. En Colombia era diferente. El fútbol en Sudamérica es mucho más físico. Mis primeros meses en Medellín fueron difíciles. Viendo hacia atrás, es lo mejor que me pudo haber pasado.
Esos primeros días en Medellín encendieron una llama dentro de mí. Incluso ahora, cada vez que estoy en una nueva atmósfera competitiva, mis expectativas son altas. No estoy ahí para perder el tiempo. Quiero ganar. Quiero dejar mi nombre escrito en la historia donde sea que vaya. Esa es una de las razones por las que vine a LAFC.
La primera vez que escuché de LAFC yo tenía 15 años. Era la primera temporada del club y estaban interesados en fichar a un mediocampista colombiano llamado Eduard Atuesta. Mi papá, quien ha realizado un extenso trabajo de visoria para LAFC a lo largo de los años, estuvo involucrado en la llegada de Atuesta a LAFC.
LAFC me intrigó desde el inicio. Vi algunos partidos durante sus primeras temporadas (2018-19) y me sorprendió que este Club, tan joven de la MLS, estuviera teniendo tanto éxito en tan poco tiempo. Cuando eres jugador y vienes de un equipo con mucho éxito, como el Atlético Nacional, el club de mi papá y en el que jugué antes de venir aquí, quieres que tu próximo paso sea a un equipo que siempre esté en los primeros puestos de la tabla, siempre jugando finales, jugando para ganar. Esperando ganar.
Colombia tiene más de 50 millones de habitantes, pero en el fútbol colombiano todos se conocen. La primera vez que conocí a Atuesta yo era un adolescente y él jugaba para el Independiente de Medellín. Él es seis años mayor que yo y estábamos en clubes rivales, pero fuera del campo nos llevábamos bien. Y ahora somos compañeros de equipo.
Atlético Nacional, uno de los clubes con más historia de la primera división de Colombia, me brindó una experiencia valiosa que, aunque a veces fue difícil, me convirtió en un mejor jugador. Querían que cambiara de posición de centro delantero como nueve a jugar como extremo. Yo luché al igual que el equipo. Pero siempre estaré agradecido al Atlético Nacional. Me dieron mi debut profesional; Me dieron siete a ocho meses donde pude demostrar mi talento para que me invitaran a representar a Colombia en el Mundial Sub-20. Mi actuación en ese torneo me impulso a llegar aquí a Los Ángeles, en este club increíble.
El punto es, cada experiencia, incluso las incómodas, pueden moldear tu vida de manera positiva. Mi historia lo comprueba. Es una historia que no estaría completa sin la influencia de mi madre. La mayoría de mis logros se deben a ella. Es la única mujer en nuestra familia de cuatro hombres (yo, mi papá y mis dos hermanos). Ella significa todo para mí.
Mi hermano menor Pascual tiene diez años, él apenas inicia su carrera futbolística y mi hermano mayor, Geronimo, 23, es un artista y bailarín. Pascual juega en una academia de desarrollo U10 en Colombia. Está entrando en un mundo de alta presión y, aunque es joven, es mentalmente fuerte. Este deporte puede derrotarte. Los jugadores que superan los momentos difíciles son los que perduran.
El invierno pasado fue difícil. Mi tiempo con Atlético Nacional llegaba a su fin y no fue de la manera que había imaginado. Fue entonces cuando LAFC me invitó a asistir a la final de la Copa MLS en Columbus, Ohio. No había visto un partido de la MLS en persona desde que mi papá jugó en la liga (en 2012). Esa final me abrió los ojos. Me sorprendió, no sólo el ambiente en el estadio, sino también la intensidad del partido y la forma en que jugaron los jugadores. Quería que LAFC ganara la final, por supuesto, pero cuando se quedaron cortos lo tome como una motivación. Ahora que soy parte del club, estoy determinado en lograr llegar a otra final y ganarla.